Al poco de abrir la ventana,
Comenzaron a entrar una a una,
Comenzaron a entrar una a una,
Reuniéndose en el centro del salón,
Volando en círculos,
Chocando unas con otras.
Después cerré la ventana y me marché.
Al volver al día siguiente,
Las encontré muertas en el suelo,
Pero no en el centro,
Donde giraban torpemente.
Estaban pegadas al cristal,
A los pies de la ventana.
Estaban pegadas al cristal,
A los pies de la ventana.
Habían pasado sus últimas horas golpeándose contra ese muro invisible,
Ansiando volver a casa, a lo conocido,
Justo en el instante en que dejó de existir la posibilidad.
Fotografía: David Rodríguez
Texto: Miguel Ángel Agulló
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